Pensaron que Ricardo un día no iba a estar?

No fue fácil creerlo. Más de una vez pasó por lo mismo. Y lo sentimos frágil. Y estuvimos a punto de no verlo más. Pero ahí siguió.

Esta vez su cuerpo no aguantó más. Ricardo Figueroa Prado, el hijo de Doña Sarela y Don Tito, no pudo ganar.

Se había salvado de varias. Del covid, de infartos, de un largo etcétera. Siempre volvía a la vida. El se reía de nosotros, los que habíamos sufrido por él.

Pero vamos, retrocedamos 50 años. Ricardo tenía 25. Era el ecónomo del Pascual Baburizza, donde estaba Inacap. Su madre, la señora Sarela vendía en Curimón su famoso “Chancho Caliente”. Le iba tan bien que don Tito debió renunciar a Ferrocarriles, Ricardo dejó Inacap y la Bertita se sumó a la causa. Todos debían ponerle el hombro al nuevo emprendimiento familiar.

Y los Figueroa Prado comenzaron un negocio, sin pretensiones, pero que llegó a tener relevancia nacional. La atención era con cariño, los platos enjundiosos y generosos. De ser una picada, se transformó en un icono de la gastronomía criolla.

Ricardo se metía en la cocina. Dicen sus amigos que se lucía, y que marcaba diferencias en la preparación de los arrollados.

Pero sabía que donde sí le ponía todo el valor agregado, era como anfitrión.

Cuando uno llegaba a La Ruca, se encontraba con Ricardo en la cabecera de la mesa 1. Después él recorría todo el local. Sabía que ahí marcaba una gran diferencia.

Creó la Teletón en la ribera sur del Río Aconcagua. Estuvo varias veces con Don Francisco. Y muchas y muchos le agradecen lo que hizo.

La última semana, Ricardo Figueroa había viajado con un grupo de amigos a Mendoza. El se fue manejando. Le dijeron que estaba desabrigado. Respondió que no tenía frío. Cuando hacía calor, lo vieron con chaleco y se encendieron las alarmas. Te pasa algo? le preguntaron. Ando raro, dijo. No me siento 100 por ciento.

La última imagen que hay de Ricardo es en el frontis de La Ruca, despidiendo a Segundo Pichincura, su antiguo trabajador, de trágica muerte en los últimos días.

Después de eso, Figueroa se sintió mal. Muy mal. Como nunca. Y todos pensamos que, una vez más el “Highlander de Curimón” iba a torear a la muerte.

Pero, lamentablemente no fue posible.

Este domingo, Ricardo Figueroa Prado será sepultado en el Cementerio Parroquial de Rinconada, después de una misa en la Iglesia del Colegio Assunta Pallota de Curimón, a las 14.30 horas.

Y es cierto, Ricardo se fue. Es increíble, pero real. Ese buen amigo, ese hombre generoso; el que reía aunque estuviera llorando por dentro, partió.

Y lo recordaremos como un tipo generoso, que nos recibió, que nos acogió, que nos dio cariño. Que nos llenó de alegría.

Con sus virtudes y defectos, como todos, este fin de semana se fue un tremendo ser humano.

Vuela alto “dieta de pollo”

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